Cristina Gutiérrez: «Intento no tener miedo, porque eso te bloquea» (ver).
El miedo es una de las emociones más presentes en el deporte y, también, uno de los condicionantes más importantes para el rendimiento. Pero, ¿Cuántos miedos hay? ¿Cómo influyen? ¿Cómo puedo contrarrestarlos?
Los 4 miedos más habituales son: el miedo a perder (o a no ser capaz de ganar), el miedo a fallar, el miedo escénico (o a quedar mal) y el miedo a hacerse daño o lesionarse.
Miedo a perder o a no ser capaz de ganar
Cuando se compite se hace para ganar. Si jugamos a algo: fútbol, básquet, ciclismo, natación o a las cartas con la familia un domingo, lo hacemos para ganar. Hay competiciones muy importantes en la vida de una persona deportista, y las hay más intrascendentes (como el ejemplo de las cartas). Pero en el mismo momento en el que hay un deseo de ganar, en el que realizas unos esfuerzos para conseguir batir a alguien, también aparece un rechazo a perder, van de la mano. Si la competición es muy importante para ti, o si le das mucha importancia a la victoria, en cuanto algo durante la competición que ponga en riesgo esa victoria, se convertirá en algo preocupante, tendrás miedo a perder o a no ser capaz de conseguir esa victoria.
Las consecuencias de ese miedo son varias; primero está la parte de sufrimiento mental: preocupación, ansiedad, intranquilidad. Pero también otra consecuencia asociada es que tu rendimiento se verá afectado. En lugar de utilizar tus habilidades para rendir lo mejor posible y superar al rival, estarás pendiente de no perder. Harás cosas que en lugar de estar destinadas a ganar, estarán destinadas a no perder, condicionando así tu actuación y haciendo que tu rendimiento, y tus posibilidades de ganar, disminuyan.
Para contrarrestar el miedo a perder, hay que aislarse del resultado, centrarse en rendir lo mejor posible hará que se maximicen las posibilidades de ganar.
Miedo a fallar
Existe en el deporte y en los deportistas en general, una muy baja tolerancia al error. Resulta que el deporte es igual a fallar. Los mejores deportistas del mundo fallan, las mejores deportistas de todos los tiempos fallaban. En un artículo anterior explicábamos como afrontar la inalcanzable perfección en el deporte (ver artículo).
En resumen, si compito voy a cometer errores, si pretendo no cometer entonces estoy condenado de salida y tendré miedo a fallar. La consecuencia directa de tener miedo a fallar es que mi actuación no será la adecuada, estaré tenso y me volveré conservador, lo que me llevará a fallar más. La paradoja es que si pretendo no fallar acabo fallando más.
Un ejemplo de lo explicado es la conversación que tuvo Modric con el portero de la selección de Croacia, Livakovic, cuando en los primeros partidos como internacional no estaba rindiendo como en su club: ver charla.
Frases como “Creo que el problema es que tienes miedo y eso al final solo hace las cosas peores” y “para dar su mejor versión, tenía que asumir que los errores pueden llegar, pero el miedo a cometerlos impedía que se viera el portero que en realidad es”, resumen a la perfección lo que explicamos: es clave asumir que se va a cometer errores, aceptarlo e intentar hacerlo lo mejor posible dentro de la imperfección. Intentarlo una y otra vez sabiendo que va a haber un porcentaje de error siempre.
Miedo escénico o miedo a quedar mal
Cuando practicas un deporte te expones a las miradas y juicios de los demás. Si te preocupa mucho lo que puedan pensar de ti, te preocupará como se vea tu actuación.
Puede ser que me preocupe no estar a la altura de lo que se espera de mí, puede ser que me preocupe quedar mal, hacer el ridículo, o puede ser que me preocupe la crítica.
En cualquier caso, la solución pasa por aceptar que si tienes exposición, siempre va a haber crítica y a alguien no le vas a gustar tú, o lo que hagas.
Hay diferentes estrategias para afrontar esta situación, una de ellas puede ser establecer varemos autoreferenciados de tu actuación para poder tener una referencia de si lo que haces está adecuado a tus capacidades, principios y expectativas, y no a los de los demás.
Otra posible estrategia consiste en despersonalizar los juicios y criticas externas. Esto es, las reacciones que te puedan llegar mientras compites o los comentarios antes o después de la misma no son personales en su gran mayoría. Exceptuando tu círculo más cercano, no te conocen realmente. No saben las circunstancias que te rodean, y simplemente están valorando una actuación sin tener toda la información, además, seguramente también estén proyectando sobre ti aspectos personales: como tener un mal día, o alguna frustración o inseguridad propia. Es como cuando ves la tele y criticas a un concursante de un programa de cocina porque ha hecho una vichyssoise “de autentica vergüenza” cuando tú no sabías ni lo que era antes de empezar el programa. Es un desahogo, un entretenimiento.
Miedo a hacerse daño o a lesionarse
El deporte implica lesión, o como mínimo dolor. Es muy difícil competir sin ningún dolor, y también lo es no sufrir ninguna lesión, por leve que sea, durante tu vida deportiva.
Así pues, si pretendo no hacerme daño mis expectativas no estarán ajustadas a la realidad. Está claro que lo normal no es tener miedo a hacerse un golpecito, o una ampolla en el pie. Cuando se tiene miedo a hacerse daño es a hacerse una lesión de gravedad.
Hay deportes donde hacerse mucho daño es muy probable, deportes de alto riesgo, en esos no vamos a entrar en esta ocasión. Vamos a partir de los deportes más populares.
En estos casos es útil acudir a las estadísticas. Hay muchos estudios sobre los tipos de lesiones y la probabilidad de que ocurran. Por ejemplo: Noya (2014) afirma que las lesiones más comunes en los futbolistas de Primera División española son las lesiones mínimas (menos de 3 días) (35,7%), posteriormente encontraríamos las moderadas (8-28 días)(29,2%) y seguidas de lesiones leves (4-7 días)(26,8%) y en último lugar las severas (más de 28 días)(8,3%).
El porcentaje varía dependiendo del deporte, edad, nivel de los participantes, etc. Pero lo que siempre se mantiene es que las lesiones que menos se producen y con mucha diferencia son las severas, o muy graves. Bien, si tienes miedo a hacerte daño es que te preocupa hacerte una lesión que está dentro de las severas, y la realidad es que eso ocurre muy poco.
Para afrontar esta situación hay que hacerlo por dos vías, la primera es la de asumir el riesgo de sufrir una lesión de este tipo sabiendo que la probabilidad es muy baja. Como cuando vas en coche, sabes que puede pasar algo pero asumes el riesgo que conlleva hacerlo.Y por otro lado está el trabajar la parte física y técnica de las posibles situaciones que te pueden ser las de más riesgo. Por ejemplo: aprender la técnica para caer en los deportes de lucha o de contacto y fortalecer los músculos implicados.
En resumen la manera de afrontarlo consiste en evaluar riesgos y asumir consecuencias. Y en depurar la técnica y establecer una rutina de exposición progresiva a las situaciones más peligrosas.